Mateo 27:46
Cerca de la hora novena, Jesús clamó
a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?
La palabra central de la Cruz, una voz que clama con interrogante de angustia, qué surge en una de las escenas anunciada por los profetas, “la oscuridad” elemento constante en el escenario del día del juicio de Yahvé. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las densas tinieblas son el telón del clamor central en la historia de la salvación. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Observemos algunos elementos desde el análisis bíblico de esta trascendental expresión.
En primer lugar, Jesús, para expresar la
angustia más profunda, encuentra las palabras adecuadas desde el lenguaje
poético del Salmo 22, es en ese lenguaje qué es posible expresar el misterio de
la Cruz. La intertextualidad de este pasaje nos condiciona la contextualidad
teológica, una relectura al salmo 22 que nos ilumine desde la textura
cristológica, a comprender el sentido en que Jesús expreso y reutilizo esta
palabra. Momentos antes que Jesús expresara con sus labios el verso primero del
salmo 22, paradójicamente, en el escenario de la cruz surgen unos personajes,
que el evangelista solamente los etiqueta como "los que pasaban"
llevan a su cumplimiento el verso 7 del salmo 22, "todos los que me ven me
escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza". También otro grupo de personajes,
los jefes de los sacerdotes, escribas, fariseos y ancianos, tienen esos labios
el verso 8 del salmo 22, "confío en Dios; líbrele ahora sí le
quiere".
En segundo lugar, los evangelistas Marcos y Mateo, nos exponen el problema hermenéutico de los oyentes a los pies de la cruz a la palabra de Jesús, "Mirad, llama a Elías", y la impertinente burla, "Dejad, veamos si viene Elías a bajarle", al igual que aquellos interlocutores al pie de la cruz, hoy podríamos tener una mala comprensión, ante lo cual, también tendríamos la posibilidad que nuestra interpretación sea una burla al sentido textual de las palabras de Jesús en la cruz. Lo más arriesgado, es pensar que; desde nuestra comprensión finita, podríamos explicar el sentido trascendente de la obra redentora de Jesús en la cruz, sin embargo, lo más insensato, es acercarnos a esta palabra central de Jesús en la cruz, de manera superficial, por lo tanto, procuremos una solemne reflexión y meditación que nos permita desde nuestra incapacidad hermenéutica contemplar el misterio del Dios Redentor.
En tercer lugar, la dimensión real del sufrimiento como misterio, a como lo expresara Martín Lutero, "¿Quién puede entender?, Dios desamparando a Dios". Es el clímax del sufrimiento, el momento en que el Hijo de Dios toma la copa y le bebé hasta el final, la creación se avergüenza y cubre de tinieblas aquel evento, intentando ocultar de la vista del Padre al Hijo crucificado, pero solamente logran qué Jesús experimente la más grande experiencia de desamparo, abandono y desolación. Desde este misterio destellan las interacciones teológicas que virtualmente nos dan luz en medio de tanta oscuridad, es el momento de dar respuesta a la pregunta de aquel muchacho hacia su padre, "¿Dónde está el cordero para el holocausto?", a quién Juan El Bautista le susurra "he aquí, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", y es por ello que en el mensaje apocalíptico del apóstol Juan nos describe "un Cordero que estaba de pie y parecía haber sido sacrificado".
Una reflexión final, hemos observado la
presencia virtual del salmo 22 en la realidad última de la cruz, por lo que me
atrevo a afirmar qué; Jesús en la cruz al pronunciar el primer verso del salmo
22, también toma en cuenta el mensaje en su contexto y para su contexto, de
hecho, cada situación de la cruz puede ser identificada, y los evangelistas nos
detallan lo que ellos observaron e interpretaron a la luz del mismo, la
transliteralidad del verso 18 del salmo 22, "repartieron entre sí mis
vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes"; el verso 16, "horadaron
mis manos y mis pies". El salmo 22, no concluye con el sufrimiento como
elemento final, es la Esperanza, en el Dios redentor, a partir del verso 22,
nos encontramos con la etapa de la alabanza, de la victoria, el anuncio de la
justicia, en el verso 31: "a un pueblo que aún no ha nacido se le dirá que
Dios hizo justicia" como afirma el apóstol Pablo en romanos 3:22,
"esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo". La
respuesta de Dios Padre a la pregunta de su Hijo en la cruz “Dios mío, Dios
mío, ¿Por qué me has abandonado?, fue la resurrección de entre los muertos que
desde una lectura teológica del salmo 22 también está anunciado.
Managua, Nicaragua
Joel Sadracht Hurtado Corea
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